Conociendo a Manuel Susarte + relato

¡Hola, hola y feliz viernes! 😀

Hoy vengo con otro post de colaboración que, como podréis imaginar, ¡me hace muchísima ilusión!

Manuel (juntaletras, como él mismo se describe) se presenta así:

Soy de Mula, un pueblo de Murcia. Soy un cuentista vocacional (me encanta esa palabra, jejeje) y ocupo el poco tiempo libre que me dejan mis hijos y mi trabajo en escribir. Casi siempre relatos cortos y, aunque soy un trozo de pan, de misterio. Incluso a veces de terror. Sólo tengo un libro publicado (en compañía de un amigo), una recopilación de relatos cortos. Soy, por tanto, bastante novato en esto de ser leído por desconocidos. Bueno, tampoco es que me apasione hablar de mí, así que nada más; tan solo volver a agradecerte que ocupes parte de tu tiempo en leerme.

Muchas gracias a ti por interesarte por el blog. No os imagináis lo feliz que me hacéis queriendo usar el blog como medio para vuestras obras. ¡¡Gracias!! 😉

La pasada semana contactó conmigo para saber si podía publicar, aportando uno de sus relatos, para que vosotros, lectores, pudiérais leer y opinar. Claramente, le facilité mi e-mail y le invité a que me enviara su historia.
La leí y, sinceramente, me impactó.

Os dejo ahora con el relato y hablamos en cuanto lo hayáis leído 😉

Durante todo el curso habíamos viajado juntos en el mismo autobús. Uno muy cerca del otro. Pero nunca me había fijado en ella. Un día, sin saber muy bien por qué razón, la miré durante unos segundos. El tiempo justo para que me respondiera con una sonrisa. Me pilló desprevenido, tengo que reconocerlo. No eran muchas las chicas que me sonreían… De hecho, ninguna de ellas lo hacía. Mi aspecto, mi ropa, mi actitud, la larga cicatriz que cruzaba mi rostro cortando mi mejilla izquierda y mis labios… Todo ello junto me convertía en un tipo de lo más pintoresco, pero nada atractivo a los ojos femeninos. Había sido duro convivir con esta peculiaridad, las burlas y el rechazo habían sido constantes desde que tuve el accidente con seis años. Incluso en aquél autobús, que cogía todos los días para ir y volver de la facultad, podía sentir las miradas de lástima cuando no de repugnancia clavándose en mi nuca. Pero no era momento de lamentarse, hacía tiempo que había aprendido a vivir ajeno a los demás, aislado con mis libros, mis películas y mis pocos amigos (todos ellos a través de internet: distantes, anónimos, sin contacto alguno…).

Pero allí estaba ella, sonriéndome de nuevo, separada de mí por el metro escaso del pasillo.

-Hola.

-Hola, -me contestó ruborizándose ligeramente- estás leyendo “Crimen y castigo” –señaló el libro que descansaba abierto sobre mis piernas.

Asentí mientras lo cerraba –¿Lo has leído tú?

-Sí, de hecho lo estoy releyendo ahora mismo –comentó mientras abría su bolso y me enseñaba una edición de bolsillo bastante ajada por el uso –Es uno de mis libros favoritos…

-Sí, bueno, no está mal. Yo lo leo porque forma parte de un trabajo para la facultad… No me suena tu cara de la universidad, ¿estudias Derecho?

-No, yo estoy en Trabajo Social.

-Ah, por eso no te había visto antes… bueno, sí que te veo, todos los días en el autobús…

Ella volvió a ruborizarse y sonrió aún más abiertamente. Volvió a guardar el libro en su bolso. –Me llamo Julia, ¿y tú?

-Ángel…

Lo cierto es que me encontraba un poco perdido, aquella era la conversación casual más larga que había mantenido con una mujer hasta la fecha, y no tenía muy claro como seguir. Inconscientemente esperaba que en cualquier momento ella hiciera alusión a mi desfigurado rostro, y yo me empeñaba en no volver la cara totalmente hacia ella para que no pudiera ver la cicatriz. No es que me incomodara especialmente que la vieran, ya estaba más que acostumbrado, pero tampoco me apetecía descubrir que su interés radicaba en la morbosa curiosidad de haber conocido al “raro”. Pero Julia parecía no haberse percatado, o puede que verdaderamente no le importara…

-Bueno, aparte de leer en el autobús, ¿qué más haces?

Ahí me desarmó totalmente, ¿ahora qué? Un gusanillo comenzó a agitarse en mi estómago.

-Bueno, pues estoy terminando tercero de Derecho…

-No, tonto –sus dientes volvieron a asomar entre sus labios- me refiero a qué haces cuando no estás en el autobús ni en la universidad…

-Ah, bueno –ahora el sonrojado era yo, sentía como el calor subía por mi rostro. Imaginé mi cicatriz de un color púrpura y noté la sangre latiendo a través de ella- poca cosa, leo, escribo algo, veo películas… Lo normal, vamos.

-¿Escribes? eso es muy interesante. A mí también me gusta escribir. ¿Y sobre qué?

-No se, relatos cortos, cuentos de misterio, cosas así.

Pareció meditar mi respuesta un instante. –Cuentos de misterio, apuesto a que también escribes relatos de terror… Un tipo intrigante- Este último comentario sonó tan casual que ni siquiera lo relacioné con la reacción habitual en la gente hacia mi persona. Sonreí aliviado.

-Supongo que sí, algo parecido…

Ella volvió a mirar hacia delante, como si ya hubiéramos conversado lo suficiente por hoy. Un rato de charla insustancial para hacer menos tedioso el trayecto. Así que la siguiente pregunta me pilló desprevenido:

-¿Y sueles salir por ahí? Ya sabes, con tus amigos a tomar algo, al cine…

-¿Salir? Pues no mucho, la verdad, –volvía a sentirme incómodo- la carrera me absorbe casi por completo. Además, no soy mucho de salir… – No, no salgo nada, no tengo amigos… ¿Es que no ves que soy un monstruo? Cuando salgo de clase me encierro en mi cueva a rumiar mi rencor hacia la sociedad. Eso era lo que habría querido gritarle, pero en su lugar me salió:

-Y tampoco me gusta beber, así que…

Su risa sonó fresca, casi cantarina. –¿No te gusta beber? eres un tipo gracioso ¿sabes?

Pasamos unos segundos en silencio, observándonos. Ella continuaba con su sonrisa en la cara, en un gesto que arrugaba un poco su nariz. La verdad es que era bastante bonita.

El autobús se detuvo y el ruido de las puertas al abrirse interrumpió aquel momento casi íntimo.

-Yo me bajo aquí… -le dije- ¿Vienes?

Ella negó con la cabeza sin deshacer su eterna sonrisa –No, yo bajo en la siguiente… Trabajo Social ¿recuerdas?

-Cierto, es una grandísima pena –comenté poniéndome en pie y dirigiéndome hacia la salida.

Su voz a mis espaldas me detuvo justo cuando empezaba a bajar los escalones –¿Nos veremos mañana?

-¿Mañana? No creo… No, de verdad que no lo creo.

El autobús reanudó su camino y yo me quedé en la parada observándola por la ventana. Ella me miraba con gesto de extrañeza. Casi podía adivinar en su rostro el desconcierto. Supongo que se preguntaba si en algún momento había dicho o hecho algo que me hubiera incomodado. Agité mi mano en señal de despedida y le sonreí mientras se alejaba. Cuando el vehículo había avanzado unos doscientos metros más o menos dejé de verla. Entonces me di la vuelta y eché a andar hacia mi facultad. Saqué del bolsillo mi móvil y pulsé la tecla de llamada. Sólo fue una fracción de segundo, pero pude imaginar en tan breve lapso de tiempo su cara de sorpresa al oír cómo sonaba un teléfono dentro de la mochila, que tan descuidadamente me había dejado debajo de mi asiento. Después escuché a mis espaldas una tremenda explosión; un rápido vistazo me confirmó que todo había salido como planeaba: El autobús estaba partido por la mitad y envuelto en una tremenda bola de fuego. La gente comenzó a gritar y a correr como loca de un lado para otro. Yo simplemente seguí mi camino. Sentía la cicatriz ardiendo, como si estuviera rellena de brasas y tenía la impresión de que brillaba y tiraba de mis labios hacia arriba, dibujando una feroz sonrisa de satisfacción: Ya nadie se atrevería a sentir pena ni a burlarse de mí.

¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? :O

La verdad que es muy fácil de leer y, al menos en mi caso, me he podido imaginar muy bien cada situación y cada gesto.
¿Qué os ha precido?

Manuel, muchas gracias, una vez más, por querer compartir una pequeña parte de ti y tu obra con tod@s nosotr@s y estaré encantada de volver a leerte por aquí 😀

Para l@s que aún tengáis dudas, ¡animaros a publicar!
Nos encanta leer y descubrir cositas nuevas 😉

Firma ATurquoise

12 comentarios en “Conociendo a Manuel Susarte + relato

  1. Muchas gracias a todos y todas por tomar el tiempo de leerme. Y especialmente a quien comenta, es un estímulo conocer la opinión del lector. Espero que os guste y veo que el final ha conseguido el efecto que buscaba. Gracias de nuevo. Un saludo.

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