La primera vez que le vi fue en una situación un poco extraña… No sé como no le reconocí antes pero, la noche que le volví a ver, supe que nuestros caminos estaban enlazados.
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Ese día iba con mis padres a llevar un documento a la imprenta cuando, de repente, mi padre me abre la puerta trasera de su furgoneta del trabajo, el típico vehículo de dos plazas con un ancho maletero para cargar y descargar.
– Mmm…papá, ¿donde representa que me tengo que sentar? – le miré incrédula.
