Relato «Enlazados»

La primera vez que le vi fue en una situación un poco extraña… No sé como no le reconocí antes pero, la noche que le volví a ver, supe que nuestros caminos estaban enlazados.

***

Ese día iba con mis padres a llevar un documento a la imprenta cuando, de repente, mi padre me abre la puerta trasera de su furgoneta del trabajo, el típico vehículo de dos plazas con un ancho maletero para cargar y descargar.

– Mmm…papá, ¿donde representa que me tengo que sentar? – le miré incrédula.

– Pues donde ves, ahí detrás – señala – junto a las herramientas – me responde sarcástico.

– Ilegalmente – se apresura a responder mi madre, con una nota de burla en su voz.

Indignada, me meto dentro.

Es un lunes lluvioso.
Esos días con tan pocas ganas de hacer nada. Además, tengo que entregar este trabajo de la universidad y, como siempre, voy tarde.

Inmersa en mis pensamientos, reacciono de golpe cuando mi padre detiene la furgoneta en seco y, a consecuencia, me doy con una de las escaleras de metal en la cabeza.

Ayyy…
– ¡Pero papá! – le grito, con la mano en la cabeza – Que yo no tengo cin…

– ¡Shhh! ¡Baja la voz! – me riñe mi madre.

Desde detrás del asiento de mi padre, en la ventana, veo que dos policías hacen señas para que nos detengamos.

Oh, oh… un control policial

Sin vacilar, mi padre baja la ventanilla.
– Buenos días señor agente, ¿en que puedo ayudarle? – le pregunta muy amablemente.

– Señor, estamos haciendo un control rutinario y – saluda a mi madre con un leve gesto de cabeza – ¿podría abrirle la puerta trasera de la furgoneta a mi otro compañero, por favor?

– Por supuesto – responde. Y se apresura a bajar.
El otro policía, sin vacilar, sigue los pasos de mi padre.

De repente, oigo el chirriar de la puerta que se abre.
Una luz tenue inunda la furgoneta y yo, quieta, me quedo sentada en mi rinconcito, con las piernas encogidas rodeándolas con los brazos.

Esperando pasar desapercibida, hecho que, obviamente, no ocurre, me encuentro con los ojos castaños del joven policía fijos en mi.

¿Quién pagará la multa? – me limito a pensar.

Al igual que él, me quedo mirándole analizando su pelo castaño, lo alto que es y lo bien que le sienta el uniforme.

Me ruborizo.
Sonrío y, como un acto reflejo, le saludo tímidamente con un leve movimiento de la mano derecha.

– ¿Algo interesante, Marco? – le pregunta su compañero, aún desde la parte delantera de la furgoneta.

Marco…

– Oh… – reacciona – nada, nada, herramientas y poco más… – responde.
Se apresura, me saluda con un asentimiento de cabeza y cierra la puerta.

Oigo pasos y veo a mi padre subirse otra vez al vehículo.

– Muchas gracias, señor – le dice el primer agente – Puede continuar usted su marcha.

– Gracias… – responde mi padre perplejo – Buen día.

Helada, sigo mirando la puerta.
¿Qué ha ocurrido? No entiendo nada… ¿Por qué le ha dicho eso? ¡Si me ha visto! De vaya una multa nos hemos librado… Y, ¿Marco? Me sonaba su rostro… Me recordaba mucho a alguien…

Que mareo…

***

La semana transcurre como normalmente. Llego a entregar el trabajo justo a tiempo y le hablo a Sara, mi mejor amiga, sobre el policía y la situación tan sumamente extraña del lunes.

Ya, por fin, llega el Sábado.

– ¡Guay! – le respondo a Sara desde el otro lado del teléfono – me apunto, ¡hace muchísimo tiempo que no voy a una Jam Session!

– Además – me responde ella entusiasmada – ¡a ver si te pueden oír cantar!

Trago saliva.

– Sara… ¡ni lo sueñes! – nos reímos.

Uno de mis hobbies es cantar pero nunca he tenido la oportunidad de poder presentarme en algún acto oficial.
Bueno, sí, lo hice, pero no hubo mucha suerte. Hace ya bastantes años de aquello, me desilusioné y tiré la toalla. Fin.

Había gente mucho más buena que yo…

– …na!, ¡Ana! ¿Me oyes? – insiste Sara.

Sí, dime, perdona – respondo – Genial, quedamos a las diez. ¡Hasta luego!

Cuelgo.

***

A las diez en punto, Sara pasa a recogerme en su coche.

Ya en la sala, quedamos atónitas.
¡Cuanta gente!
La sala, en pleno centro de Barcelona, está a rebosar. Decorada con vinilos y carteles firmados de diferentes artistas, con una barra a cada lado y dos pisos más por encima nuestro, ¡es espectacular!
Con la boca abierta, Sara me da un leve golpe en el brazo.

– Venga – dice – ¿quieres una cerveza?

– Sí, gracias – respondo – ¿Necesitas dinero?

– Tranquila, ¡luego me invitas tu a una! – me guiña el ojo y se apresura a ir a pedir a una de las barras.


De pie entre la masa de asistentes, hago un repaso a la sala, a la gente, me fijo en los instrumentos preparados ya en el escenario y, de repente, ahí está.

No puede ser…
No le veo bien pero… ¿Ese es el “agente” Marco?

Sorprendida y agitada, voy corriendo al encuentro de Sara.

– ¡Sara, Sara! – se gira – ¡Es el policía del que te hablé! – señalo al chico alto con camisa azul y tejanos desgastados.

Sara, sin disimulo alguno, planta sus ojos negros en él.
– Quién, ¿Marco? – pregunta extrañada – Pero si es el cantante de… ¡espera! – se gira hacia mi con una gran sonrisa – ¡Ya se de que le conoces! – grita sin parar de mover las manos.
Con una mezcla de entusiasmo y torpeza, coge las cervezas con una mano y con la que le queda libre, me agarra rápidamente del brazo.
– ¡Vamos! – me ordena.

– Pero, oye, ¡¿donde vamos?! – le pregunto apurada pero, sin mediar palabra, recorremos la sala hasta llegar a los pies del escenario.

– ¡Marco!… ¡Marco! – él se gira al oír su nombre – ¡Quiero presentarte a alguien…!

No hay duda, es él.

– Hola, Sara, ¿qué hay? – sonríe – ¿a quien me…? – me mira.

Y me vuelvo a ruborizar.

– Ho-hola… Marco – le saludo levantando ligeramente la mano derecha, gesto ya de sobras conocido por él – ¿Qué tal? No sabía que… ¡¿eres cantante?! – le pregunto frunciendo el ceño.

– Bueno… – se ríe – tampoco sabías que soy policía, ¿eh? – me guiña el ojo.

– Sí… – sonrío.

Nos quedamos en silencio, mirándonos.

– Nos conocemos, ¿verdad? – le pregunto – Quiero decir… de antes, de mucho antes, ¿no es así?
– Sí – responde – de hace ya varios años, pero creo que no te caí demasiado bien… – suspira y baja la mirada.

Sigo mirándole.
Y pienso.
No entiendo nada.
Francamente, ¿por qué no debería caerme bien?
Marco, Marco, Marco… ¿De qué te conozco?

Y es al cabo de unos pocos segundos cuando caigo en la cuenta.
Con el murmullo de la sala de fondo vuelvo atrás, vuelvo a ese año, a ese día y a ese escenario. Vuelvo otra vez a ser una chiquilla que quería ser cantante y se le brindó una gran oportunidad donde, finalmente, no dio la talla. Vuelvo a ese día donde mi sueño se rompió en pedacitos diminutos y decidí, me prometí, no volver a subirme nunca más a un escenario.

Marco fue el que ganó en esa estúpida batalla.
¿Cómo he podido olvidar su rostro, su voz?
Han pasado más de 10 años, pero sigue siendo el mismo chiquillo de mirada sensible.

– Ya no canto – le digo.
Fija sus ojos, ahora tristes, en los míos.

– Oh… Mira, Ana – empieza a decirme un tanto nervioso – quería pedirte disculpas por como sucedieron las cosas y… bueno, cuando te volví a ver me…

– ¡BIENVENIDOS! – nos interrumpe el grito enérgico del presentador – ¡Esta noche, antes de empezar con la Jam Session de cada sábado, tenemos una gran sorpresa para todos vosotros! Os presentamos al grupo revelación del rock Rock&Rules que nos presentarán, en primicia mundial, sus nuevos trabajos – la sala explota en una gran ovación, gritos y chillidos.

Atónita, me giro hacia él.
¿Cómo no había oído hablar de ellos?
¡La gente se vuelve loca a su alrededor!

Marco, henchido de orgullo, me mira, sonríe y sube al escenario a saludar a la gran masa que revolotea frente a él y su grupo.

A lo lejos, veo a Sara que me llama con un gesto de la mano.
Me voy hacia ella y mientras disfrutamos de la música, pienso en todo, en los años, en aquel día en el que perdí la oportunidad de hacerme un hueco en el mundo de la música, en Marco…

Marco.
Me está mirando.
Y esta canción…

Abro los ojos como platos y, de repente, doy con la sonrisa pícara de Sara.
– No me mires así – me dice, moviéndose al son de la música – ¿ahora también me dirás que no recuerdas la canción que cantasteis juntos en ese dichoso concurso? – ríe y me da un golpecito con el codo.

Con alguna que otra modificación en la melodía, esa es nuestra canción.
Me arrebató mi sueño de niña pero, ¿quién soy yo para culparle?

– ¡Ve…! – me grita Sara – ¡Marco te esta llamando! Ve, canta con él vuestra canción y hazme el favor de divertirte, ¡venga! – me empuja entre la muchedumbre

Me acerco al escenario.
Nos miramos y, sin pensarlo, acepto la mano que me ofrece.

Ya en el escenario, rota mi promesa de niña, el resto es todo un sueño…

***

«Enlazados» escrito originariamente en el año 2009 en terreno arenícola

Firma-A.Turquoise

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